¡Libertad secuestrada!
- contactrpc98
- 21 feb 2021
- 3 Min. de lectura
La Libertad ha sido secuestrada. Entre parafernalias torticeras en vacíos discursos y altercados sanguinolentos y aterradores como los que se han visto en los últimos días se constata el hecho. No obstante, en nada podemos considerar esta afirmación como novedosa. No. No forma parte de una realidad paralela a la pandemia, ni ha de considerarse como una consecuencia lógica de la tensión política y el desmembramiento democrático de esta ya tan fenecida sociedad. La Libertad se encuentra secuestrada, pero sus secuestradores tiempo ha que la tienen retenida, sin petición de rescate y sin la posibilidad de hallar, en esta obnubilación de la masa social, luz y camino para sacarla del atolladero donde ha sido arrojada.
Y digo estas palabras porque de aquí a un tiempo llegarán análisis de corta mira donde se verá el fenómeno con décadas de vista, en vez de observarse como ha de ser: como un proceso integrado dentro de los devenires históricos del hombre. Porque a pesar de la rápida evolución de las tecnologías, del avance de la técnica – que trajo las posturas positivistas que tanto mal han hecho por su uso irresponsable – y de la abrumadora cantidad de información que se sucede todos los días, a pesar de ello, el hombre no se transforma con tanta facilidad, y los cambios que en él se dan se van produciendo a través de una evolución lenta, azarosa, que avanza como los granos de arena se desprenden de una esfera infinita. El hombre, que es hombre desde que puede trascender y tener consciencia de sí mismo, es lento.
Así que la Libertad ha sido secuestrada. Pero ésta no ha sido vapuleada y encapuchada de la noche a la mañana. No ha sucedido con los violentos actos de estas semanas, ni con las redes sociales hace escasos meses, ni con la formación de gobiernos… ni siquiera desde la Transición democrática de España o las décadas de 1930. La Libertad fue secuestrada desde el momento en que el hombre la transformó en “libertad” y la subyugó a su “voluntuas”, es decir: al irracional impulso de sus deseos, sus pasiones y, en definitiva, al apetito voraz de las entrañas.
Desde el momento mismo en que el hombre pretende alzarse como “ser supremo”, como el superhombre nietzscheano o el dios hecho a su medida; desde que la Revolución Francesa se adueñó del término de “jueza del alma de la patria” y veneró a la tan famosa “diosa razón”, y aun desde antes, el hombre ha perdido su Libertad y la ha cambiado por la “libertad”. ¿Quién la secuestró, pues? ¿Acaso fue el hombre? No, pero sí, pues dos no se juntan si uno no quiere; y de la misma manera que sucede con la lógica de un secuestro – donde no puede haber secuestro sin sujeto secuestrado y sujeto secuestrador – no puede darse el caso en que el hombre no sea partícipe del rapto de su propia Libertad, dejándola desprotegida en un error en su lento avance por su propia historia.
El tiempo dirá qué será de la “libertad” que el hombre se dio a sí mismo mediante el gobierno de las leyes, el establecimiento del Estado dado por sí mismo y la adscripción de la moral y la ética a valores tan endebles como son los legales. Mientras el hombre no se dé cuenta de que ha de dar un paso atrás para poder avanzar dos, su Libertad seguirá estando secuestrada y, con ella, la “libertad” de la que pretende gozar en esta vida.
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